Escuchar verdaderamente a los niños y las niñas es imprescindible en la construcción de sociedades más democráticas, igualitarias e inclusivas. Escuchar a la infancia implica dedicar espacios donde se puedan expresarse, y en especial, la voluntad del adulto de comprender, reconocer y escuchar la infancia para tener en cuenta sus aportaciones. Es necesario sensibilizar la escucha adulta con la cultura de la infancia.
Alrededor de 1970 se empieza a cuestionar la concepción del niño como objeto de derechos (“el niño ha de ser...”), como grupo humano a asistir y proteger para que llegue a la edad adulta. Es el primer texto que concibe a los niños y las niñas como sujetos portadores de derechos (“el niño tiene derecho a …”) y obliga a los Estados, las administraciones, profesionales, familias y sociedad en general a hacer todos los posibles, e imposibles, por cumplir con su articulado y promover los derechos de la infancia. Este marco de referencia de carácter vinculante, formula 54 artículos que atienden derechos sociales, civiles, políticos, económicos y culturales que todas y todos deberíamos conocer y tener presente en nuestra relación con la infancia. La Convención se apoya en 5Ps esenciales: Provisión, Protección, Participación, Prevención y Promoción. Es imprescindible que a la infancia se la acompañe en la provisión de recursos, capacidades y contribuciones para la supervivencia y desarrollo físico, mental, espiritual, moral y social; en la protección ante situaciones que dificulten su desarrollo integral, que van desde la defensa del derecho a la vida, la convivencia familiar y amparo ante cualquier forma de abuso, negligencia, violencia y/o explotación; en su inclusión como ciudadanos que participan, que expresan sus ideas y que toman parte de los aspectos que les afectan y se les tiene en cuenta.